Fue uno de los presidentes de Bolivia de Nombre Aniceto Arce que mando construir esta hacienda con 77 habitaciones aunos 5 kilometros de la ciudad de Sucre y a orillas de la quebrada de Quipinchaca, en este palacio funciono en aquella epoca el poder ejecutivo cuando el mandaba en el pais
Una nota perodistica sobre esta casona puede ser encontrada en el periodico Correo del Sur que fue publicada el 25 de Mayo 2015
El palacete de “La Florida”, cuya restauración posibilitó rescatar una de las joyas arquitectónicas de período republicano de la capital, fue mandado a construir por el Presidente Aniceto Arce Ruiz (1888-1892) quien, además, era en su tiempo uno de los empresarios mineros más prósperos del país.
Esta hermosa residencia estilo renacentista se encuentra ubicada a cinco kilómetros de la ciudad de Sucre a orillas de la quebrada de Quirpinchaca y sobre una pradera que está ubicada al pie de una serie de colinas que se prolongan hasta el cerro Churuquella.
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El palacio en 1909 |
Arce nació en Tarija el 17 de abril de 1824 y llegó a Sucre muy joven para cursar sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Nacional “Junin”.
Cuenta la historia de que siendo muy joven, Arce solía pasear por el lugar donde años después levantaría la portentosa vivienda que antiguamente se llamaba Huirupuku, sitio que acogía a una hacienda colonial.
El historiador Guillermo Calvo Ayaviri afirma que Arce llegó a convertir a La Florida en una verdadera sede de Gobierno, pues allí funcionó en el auge de la hacienda un hospital y una pequeña zona industrial basada en actividades agrícolas, pues el empresario y político celebraba en la casona sus reuniones de gabinete y llegó a gobernar por cortos períodos de tiempo, cuando la sede gubernamental era itinerante entre Sucre y La Paz.
Durante el gobierno conservador de Aniceto Arce llegó al país la misión religiosa de las Hijas de Santa Ana, las cuales se instalaron en “La Florida”.
La construcción, propia del estilo francés de la época, cuenta con cerca de sesenta habitaciones y destacan los ambientes comunes como salones, comedores y otros detalles que fueron, además, cuidadosamente decorados en las paredes.
Una buena parte de la carpintería procede de pino importado desde Ucrania, y esto explica que hasta estos días esas piezas, principalmente puertas y ventanas, resistieron el paso de los años aún en tiempos en que la finca estuvo totalmente abandonada antes de pasar a manos de la Prefectura de Chuquisaca, a fines de la década de los noventa.
La Florida formó también parte de la agitada historia política, puesto que a poco de asumir Arce la Presidencia, en agosto de 1888, su gobierno fue objeto de una asonada militar mientras se realizaba la solemne misa por la Virgen de Guadalupe el 8 de septiembre.
Las tropas que estaban formadas en la plaza 25 de Mayo se sublevaron alentadas por las pasiones políticas, generando una gran confusión.
Guillermo Calvo cuenta que Arce se vio obligado a huir por una de las puertas traseras de la Catedral disfrazado de fraile, junto a su entonces rival y enemigo político Melitón Urioste.
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Foto eju.tv |
Tomando la calle Dalence, el Presidente llegó hasta la Recoleta y desde allá tomó un sendero por las lomas de “La Prosperina” –que también le pertenecían- y se refugió después en “La Florida”, desde donde se dirigió hacia su hacienda de Tirispaya en el Departamento de Cochabamba.
La Florida fue un reflejo del buen gusto y el lujo y la refinación de una época de auge de la minería de la plata. Aniceto Arce contrató los mejores arquitectos y hasta los servicios de un jardinero francés de nombre Prosper, quien también diseñaría los jardines del Cementerio General, según cuenta Calvo Ayaviri.
La finca tenía una gran extensión y abarcaba lo que hasta ahora se conoce como El Tejar, La Prosperina e incluso Aranjuez. Hacia el sur, su límite era con el predio de Saucini, conocido ahora como “La Glorieta”.
Al morir Arce, sus descendientes vendieron la propiedad al también acaudalado empresario minero Paulino Iturralde, quien la tuvo por muchos años aunque la importancia de esa lujosa estancia iría decayendo, pues el nuevo dueño no participó nunca en política.
Sin embargo, Iturralde donó los terrenos para la construcción de la primera estación de ferrocarriles de El Tejar, lo que también comprendía los predios que ocupa actualmente el Ejército, el Regimiento “Sucre”.
Posteriormente, la familia Iturralde vendió la finca al Estado y éste la donó a la Asociación de Mutilados e Inválidos de Guerra. Esa asociación mantuvo la propiedad por varios años.
El historiador Guillermo Calvo también explica que Aniceto fue sepultado en la cripta de “La Florida”, la misma que se encontraba en la antigua capilla ubicada en la parte posterior de la casona, por donde años después pasaría el tramo del ferrocarril Sucre-Potosí.
De una chacra colonial a un suntuoso palacio
La Florida fue antiguamente una hacienda colonial conocida con el nombre de Huirupuku.
De acuerdo a las investigaciones de Guillermo Calvo, el ex presidente Arce la compró alrededor de 1870, cuando empezó a tener éxito en la industria minera.
El nombre de La Florida fue idea de una de las hijas de Arce, fallecida a corta edad, quien habría sido la que le cambió la denominación antes de fallecer.
"Fue una residencia muy bien construida y conociendo el amor de Arce por la actividad agrícola, él tenía mucho interés de hacer traer las primeras plantas para sembrar en ese lugar, como el eucaliptu, el ligustro, manzanas, peras y la uva bischoqueña. El palacio tenía 58 habitaciones y otros 80 ambientes para los artesanos y los que trabajaban en la maestranza", explica Calvo.
Hace unos 20 años una riada se llevó un puente metálico construido con piezas de la marca francesa Eiffel.
Otras residencias presidenciales
Antes de la Revolución Federal, otros presidentes afincados en Sucre también reunieron ocasionalmente a sus gobiernos en antiguas casonas.
Ese es el caso del general Gregorio Pacheco Leyes, quien era dueño de la casa en la que actualmente funciona la Facultad de Humanidades.
El historiador Guillermo Calvo dice que Pacheco firmó un decreto que, durante su Gobierno, estableció definitivamente los símbolos patrios tal como se conocen en la actualidad.
Pacheco fue también propietario de la hacienda Ñucchu, un hermoso establecimiento ubicado a unos 20 kilómetros de Sucre. En esa finca, el Mariscal de Ayacucho pasó varios días después del atentado contra su vida en el Cuartel San Francisco en 1828.